
Literatura

Miriam Méndez
PERSONAJES:
Duncan, Rey de Escocia.
Malcolm, después príncipe de Cumberland, su hijo.
Donalbain, hijo menor de Duncan.
Macbeth, Thane de Glamis y primo del Rey.
Macduff, Thane de Fife.
Banquo, noble escocés.
Lennox, " "
Ross , " "
Menteith, " "
Caithness, " "
Angus, " "
Fleance, hijo de Banquo.
Siward, Duque de Northumbeland.
Joven Siward, su hijo.
Seyton, asistente de Macbeth.
Hijo de Macduff.
Un Doctor inglés.
Un Doctor escocés.
Un capitán.
Un portero.
Un anciano.
Lady Macbeth.
Lady Macduff.
Camarera, asistente de Lady Macbeth.
Hécate, reina de las brujas.
Tres brujas.
Apariciones.
Tres asesinos.
Thanes, soldados, mensajeros, servidores.
William Shakespeare: "Macbeth"




ACTO I - ESCENA III
Un páramo. Truenos. Entran las tres brujas.
BRUJA 1- ¿ Dónde has estado, hermana?
BRUJA 2- Matando cerdos.
BRUJA 3- ¿ Y tú, hermana?
BRUJA 1- La mujer de un marinero tenía nueces en su falda, y mascaba,mascaba,
mascaba. "Dame una", le dije.
"Lárgate, bruja", la roñosa ahita de nalgas me gritó.
Su esposo marcha hacia Aleppo, capitán del "Tigre"; pero yo navegaré en
un colador hacia allí y, como un ratón sin cola lo haré, lo haré, lo haré.
BRUJA 2- Yo te daré un viento.
BRUJA 1- Eres buena.
BRUJA 3- Y yo otro.
BRUJA 1- Y yo tengo todos los demás. Los puertos hacia los que ellos soplan, y todos
los puntos que conocen ( los marinos) por sus mapas, yo los conozco.
Lo secaré como heno; ni de día ni de noche, el sueño penderá sobre el tejado
de sus párpados; vivirá como un maldito.
Aunque su barco no se pierda, igualmente será sacudido por las tormentas.
Mirad lo que tengo.
BRUJA 2- Muéstrame, muéstrame.
BRUJA 1- Aquí tengo el pulgar de un piloto que naufragó al volver a su casa.
(suenan tambores)
BRUJA 3- Un tambor, un tambor!
Macbeth debe venir.
TODAS- Las fatídicas hermanas, mano con mano, correos de la tierra y el mar, van así,
girando, girando. Tres veces por tí, tres veces por mí, y tres otra vez hasta nue-
ve sumar. Silencio! El conjuro acabó.
(Entran Macbeth y Banquo).
MACBETH- Nunca he visto un día tan feo y tan hermoso.
BANQUO- ¿A qué distancia estamos de Forres? ¿Quiénes son éstas, tan descarnadas y
salvajes en sus atavíos, que miran, no como habitantes de la tierra, aunque
estén sobre ella? ¿Vivís o sois algo que el hombre pueda interrogar?
Parecéis entenderme, ya que cada una de vosotras lleva su descarnado dedo
sobre los delgados labios. Seríais mujeres, pero vuestras barbas me impiden
interpretar que sois tales.
MACBETH- Hablad, si podéis! ¿qué sois vosotras?
BRUJA 1- Salve, Macbeth! Salve a ti, Thane de Glamis!
BRUJA 2- Salve, Macbeth! Salve a ti, Thane de Cawdor!
BRUJA 3- Salve, Macbeth! Salve a ti que serás rey en lo futuro!
BANQUO- Buen señor, ¿por qué te detienes, pareciendo temer esas cosas que suenan
tan agradables? En nombre de la verdad, ¿sois fantasmas o sois
verdaderamente lo que yo veo en vuestras apariencias? Saludais a mi noble
compañero con estos dones, y la predicción de bienes nobiliarios y reales
esperanzas parecen haberlo enajenado. No me habéis hablado.
Si vosotras podéis mirar en las semillas del Tiempo, y decir cuáles granos
deben germinar y cuáles no, entonces habladme a mí, que nada os pido
y que no temo ni vuestro favor ni vuestro odio.
BRUJA 1- Salve!
BRUJA 2- Salve!
BRUJA 3- Salve!
BRUJA 1- Menos que Macbeth y más grande que él.
BRUJA 2- No tan feliz y mucho más feliz.
BRUJA 3- Tú engendrarás reyes, aunque nunca lo serás.
Salve, pues, Macbeth y Banquo!
BRUJA 1- Banquo y Macbeth salve!
MACBETH- Deteneos, oráculos imperfectos, decidme más. Por la muerte de Sinel, sé
que soy Thane de Glamis. Pero, ¿cómo de Cawdor? El Thane de Cawdor
vive como próspero caballero. Y el ser rey está tan de acuerdo con las
perspectivas de lo verosimil, como ser Cawdor. Decidme de dónde
obtuvisteis estas extrañas noticias, o por qué, sobre estos brezos desolados,
detenéis nuestra marcha con semejantes saludos proféticos. Hablad; os lo
mando.
(Las brujas se desvanecen)
BANQUO- La tierra, como el aire, tiene burbujas, y ellas son de éstas. ¿Dónde se
han desvanecido?
MACBETH- En el aire. Lo que parecía corpóreo, se ha disuelto como el aliento en
el viento. Si hubieran permanecido!
BANQUO- ¿Estaban tales cosas aquí, cuando les hemos hablado? ¿O comimos la raiz
del beleño, que cautiva la razón?
MACBETH- Vuestros hijos deben ser reyes.
BANQUO- Vos seréis rey.
MACBETH- Y también Thane de Cawdor. ¿No fue así?
BANQUO- Con idéntico tono y palabra. ¿Quién está allí?
(Entran Ros y Angus).
ROSS- El rey ha recibido alegremente, Macbeth, las noticias de tu triunfo,y cuando
leyó tu riesgo personal en la lucha contra los rebeldes, combatieron los elogios
contra su admiración, para decidir cuál primaría. Callado por esto, y
examinando los restantes sucesos del día, siempre te hallaba entre las fuertes
filas noruegas, sin temor de las imágenes de muerte que tú mismo creabas.
Tan pronto como los relatos iban llegando, posta a posta, trayendo cada uno
tus elogios por la gran defensa del reino, eran depuestos de inmediato a los
pies del Rey.
ANGUS- Fuimos enviados para darte las gracias de nuestro real Señor, y sólo para
introducirte a su presencia, no para recompensarte.
ROSS- Y como garantía de más grandes honores, ordenome llamarte, de su parte,
Thane de Cawdor. Por lo tanto, salve! dignísimo Thane, porque es tuyo.
BANQUO- ( aparte ) -¿Qué? ¿Puede el diablo decir la verdad?
MACBETH- El Thane de Cawdor vive, ¿por qué me vestís con ropas ajenas?
ANGUS- El que era Thane, vive todavía; pero lleva su vida, que bien merecía
perder, bajo severa sentencia. Si él estaba de acuerdo con los de
Noruega, o si se alineaba con los rebeldes con secreta ayuda y ventaja
o trabajaba con ambas para arruinar a su patria, no lo sé; pero su traición
capital, confesada y probada, lo ha derribado.
MACBETH- (aparte). Glamis y Thane de Cawdor! Lo más grande está detrás.
( A Ross y Angus)
Gracias por vuestras molestias.
( A Banquo)
¿No esperáis que vuestros hijos sean reyes, cuando aquéllas que me
han dado el Thane de Cawdor no han prometido menos para ellos.
BANQUO- Esta confiable verdad podría hacerte desear la corona, además de los
títulos presentes. Pero es extraño:a veces, para arrastrarnos a nuestra
perdicción los instrumentos de las sombras nos dicen verdades,
llevándonos con inocentes juguetes, para arrastrarnos a las más terribles
consecuencias.
(A Angus y Ross)
Primos, una palabra, por favor.
MACBETH- (Aparte) Dos verdades se han dicho, como prólogo feliz al
tormentoso drama de tema imperial.
(A Ross y Angus)
Gracias caballeros!
(Aparte) : Esta sobrenatural incitación no puede ser mala; no puede
ser buena. Si es mala ¿por qué me han dado la seguridad del triunfo
comenzando con una verdad? Ya soy Thane de Cawdor.
Si es buena ¿por qué cedo a la sugestión, cuya hórrida imagen crispa
mis cabellos y hace golpear mi firme corazón con el pecho, contradiciendo
la natural costumbre? Los temores visibles son menos que las horribles
imaginaciones. Mi pensamiento, para quien el crimen es sólo fantasía
sacude a mi pobre naturaleza humana, ahogando la acción en
conjeturas. Nada existe, sino aquello que todavía no existe.
BANQUO- Mirad cómo está enajenado nuestro compañero.
MACBETH- (Aparte). Si la suerte quiere hacerme rey, pues puede coronarme,
que sea sin mi incitación.
BANQUO- Los nuevos honores le caen como prendas ajenas, que sólo se asentarán
con ayuda del uso.
MACBETH- (Aparte). Venga lo que deba venir; ocasión y momento correrán a través
de los más tormentosos días.
BANQUO- Digno Macbeth, estamos aguardando tu voluntad.
MACBETH- Perdonadme; mi empañado cerebro se ocupaba de cosas olvidadas.
Gentiles caballeros, vuestras molestias quedan registradas allí donde
cada día repasaré las páginas para leerlas. Llevadnos ante el Rey.
(A Banquo)
Pensad sobre lo sucedido y, con mayor tiempo, habiendo entretando
pensado las cosas, hablaremos con el corazón abierto el uno al otro.
BANQUO- Con gusto.
MACBETH- Entonces, hasta entonces. Vamos, amigos.
(Salen todos).
ACTO I - ESCENA I
Un lugar desierto. Truenos y relámpagos. Entran las tres brujas.
BRUJA I- ¿Cuándo nos encontraremos otra vez en el relámpago,en el trueno o en la lluvia?
BRUJA 2- Cuando la confusión concluya; cuando la batalla esté ganada y perdida.
BRUJA 3- Eso será a la puesta del sol.
BRUJA 1- ¿En qué lugar?
BRUJA 2- En el brezal.
BRUJA 3- Allí, a encontrarnos con Macbeth.
BRUJA 1- Voy, Minino.
BRUJA 2- El sapo nos llama.TODAS- Lo hermoso es feo y lo feo es hermoso; revoloteemos a través de la niebla y del aire impuro.
( salen )
ACTO I, ESCENA IV
El palacio de Duncan en Forres. Trompetería. Entran Duncan , Malcolm,
Donalbain, Lenoxx y cortejo.
DUNCAN- ¿Se ha ejecutado a Cawdor?. ¿Volvieron ya los comisionados?
MALCOLM- Mi señor, no han regresado aún; pero yo he hablado con uno que le vio
morir, y me contó que, con gran sinceridad, confesó su traición, implorando
el perdón de vuestra Alteza, demostrando un profundo arrepentimiento.
Nada en su vida le ha sentado tan bien como abandonarla. Murió como quien
hubiera aprendido, en la muerte, a desprenderse de todas las cosas que nos
queridas, como si fueran despreciables baratijas.
DUNCAN- No hay arte capaz de descubrirnos, por el rostro, la naturaleza del alma.
Era un caballero en quién deposité mi absoluta confianza.
(Entran Macbeth, Banquo, Ross y Angus).
Oh dignísimo primo! El pecado de la ingratitud me pesaba hasta ahora.
Te adelantas tanto, que la más veloz ala de la recompensa es lerda para
alcanzarte. Si me hubieras servido menos, la proporción entre el agradecimiento
y el pago me hubiera favorecido. Lo único que puedo decir es que mayor es tu
deuda que cuanto podamos pagarte.
MACBETH- El servicio y la lealtad que os debo, obrando, se pagan a sí mismos.
El papel de vuestra Alteza es recibir nuestras deudas; nuestras deudas son,
para vuestro trono y reino, niños y servidores, que sólo hacen lo que deben
cuando obran en todo lealmente por vuestro amor y honra.
DUNCAN- Sed bienvenidos. Yo he comenzado a plantarte, y quiero trabajar hasta
hacerte crecer completamente.Noble Banquo, que ni me has servido menos
ni debes ser distinguido menos por lo que has hecho. Déjame abrazarte,
déjame demorarte sobre mi corazón.
BANQUO- Si yo crezco en él, la cosecha será vuestra.
DUNCAN- Mis abundantes alegrías, desbordantes en su plenitud, parecen disimularse
con lágrimas de tristeza. Hijos, parientes, Thanes, y vosotros cuyos rangos
son los más próximos, sabed que queremos consolidar nuestro reino
sobre nuestro primogénito Malcolm, a quien nombramos para el futuro,
Príncipe de Cumberland. Este honor no debe quedar sin compañia,
invistiendo sólo a él; otros títulos de nobleza brillarán, como estrellas,
sobre todos nuestros servidores.
(A Macbeth)
Iremos a Inverness, para acrecentar nuestra deuda con vos.
MACBETH- El reposo es fatiga cuando no se emplea en vos. Yo mismo seré vuestro
anunciador, y alegraré los oídos de mi esposa con vuestra llegada.
Humildemente os pido permiso para partir.
Mi digno Cawdor!
(Aparte)
Príncipe de Cumberland!. Este es un obstáculo sobre el que debo caer o
saltar, pues yace en mi camino. Estrellas, ocultad vuestros fuegos; nopermitais
que vuestra luz deje ver mis negros y profundos deseos. No vea el ojo a la
mano; deje primero realizar lo que teme y, ya hecho, véalo.
(Sale)
DUNCAN- En verdad, digno Banquo, es tan valiente que, elogiándolo, yo me alimento.
Esto es un banquete para mí. Sigámosle; que sus cuidados nos precedan para
darnos la bienvenida. Es un pariente sin par.
ACTO I, ESCENA V
El castillo de Macbeth, en inverness. Entra Lady Macbeth leyendo una carta.
L. MACBETH- "Ellas me encontraron el día de la victoria, y me he enterado, por su per-
fecta profecía, que hay en ellas algo más que un conocimiento humano.
Cuando ardía en deseos de preguntarles más, se hicieron aire, dentro del
cual se desvanecieron. Mientras permanecía absorto por tal maravilla,
aparecieron mensajeros del Rey, que me saludaron como "Thane de Caw-
dor", título con el cual antes me habían saludado las hermanas fatídicas,
enviándome al futuro con un "salve, tú que serás Rey". Esto he tenido a bien
revelarte, mi querida compañera de grandezas, para que no pierdas tu parte
de regocijo, ignorando qué bienes se te han prometido. Guarda esto en tu
corazón y adiós".
Eres Glamis y Cawdor y serás todo lo que te han prometido, aunque temo
que tu naturaleza, demasiado llena de leche de la humana bondad, te oculte
el camino inmediato. Quisieras ser grande, pues no careces de ambición,
pero sin el mal que debe acompañarla. Lo que quieres ambiciosamente, lo
quieres santamente. No quisieras jugar falso, pero sí quisieras ganancias
ilegítimas. Quisieras tener, gran Glamis, lo que te grita: "Debes hacer así
si quieres tenerme" y sientes más miedo de hacer esto, que deseos de que
no fuera hecho. Apúrate a venir, para que yo pueda derramar mi coraje en
tus oídos y anular, con el valor de mi lengua, todo lo que te aparta de la
dorada corona con la que el Destino y la ayuda sobrenatural parecen
coronarte.
(Entra un mensajero)
¿Cuáles son tus noticias?
MENSAJERO- El Rey viene aquí esta noche.
L. MACBETH- Estás loco para decir eso. ¿No está tu amo con él?. De ser así, me
hubiera informado, para preparar todo.
MENSAJERO- Si gustais, así es; nuestro Thane viene ya. Uno de mis compañeros se le
ha adelantado y, casi muerto, sin aliento, ha tenido el necesario para
entregar su mensaje.
L. MACBETH- Atiéndanlo, que ha traído gratas noticias.
(Sale el mensajero).
El mismo cuervo enronquece graznando la fatal entrada de Duncan bajo mis
almenas. Venid vosotros, espíritus que atendéis los pensamientos asesinos;
anulad mi sexo y llenadme de la cabeza a los pies, completamente, de la más
horrible crueldad. Espesad mi sangre, detened el acceso y pasaje al
remordimiento; que loa escrupulosos visitantes de la naturaleza no estorben
mi feroz propósito, ni se interpongan entre él y el acto. Venid a mis senos
femeninos y transformad mi leche en hiel, ministros del crimen dondequiera que,
en vuestras invisibles substancias, veléis sobre el mal de la naturaleza! Ven
espesa noche, y evapórate en el sombrío humo del infierno, para que mi agudo
cuchillo no vea la herida que causará, ni el cielo, atisbando a través del manto
de las sombras pueda gritarme:"Detente, detente".
(Entra Macbeth)
Gran Glamis, digno Cawdor! más grande que ambos por el saludo profético
Tu carta me ha transportado fuera de este presente ignorante, y siento ahora
el futuro en este momento.
MACBETH- Mi querido amor, Duncan viene aquí esta noche.
L.MACBETH- Oh, nunca verá el sol de mañana!
Tu rostro, Thane mío, es un libro donde los hombres podrían leer extrañas
cosas. Para engañar al mundo, aparenta ser como el mundo. Lleva la
bienvenida en tus ojos, en tu mano, en tu lengua. Semeja la flor inocente
pero sé la serpiente escondida en ella. El que viene debe ser atendido; tú
debes dejar en mis manos el gran negocio de esta noche, que ha de darnos
para todas las noches y días por venir, soberano dominio y mando.
MACBETH- Hablaremos más adelante.
L.MACBETH- Sólo debes mirar francamente. La alteración del rostro siempre es de
temer. Déjame el resto a mí.
(Salen).
ACTO I, ESCENA VI
Delante del castillo de Macbeth.
Entran Duncan, Malcolm, Donalbain, Banquo, Lennox, Ross, Angus y cortejo.
DUNCAN- Este castillo tiene una agradable ubicación; el aire, ligero y suave, lo
recomienda a nuestros delicados sentidos.
BANQUO- Ese huésped del verano, el vencejo, visitador de los templos, confirma
con sus adorados nidos, que el hálito del cielo perfuma aquí dulcemente.
No hay friso saliente, contrafuerte o rincón propicio, en el que esta ave
no haya construído su colgante nido y procreante cuna. He observado
que, allí donde frecuentan y se multiplican, el aire es delicado.
(Entra L. Macbeth).
DUNCAN- Mira, mira a nuestra gentil hospedadora!
El amor que nos acompaña es, a veces, nuestro disgusto; pero, por ser el
amor, le agradecemos. Con esto os enseño cómo debéis rogar para que
Dios nos premie por vuestras molestias y nos agradezcais vuestras
preocupaciones.
L. MACBETH- Todo nuestro servicio, doblado y redoblado en cada ocasión,sería
pobre y simple tarea para competir con los grandes y extensos honores
con los cuales vuestra Majestad abruma a nuestra casa. Por todas las
antiguas y nuevas dignidades acumuladas sobre ellas, somos vuestros
heremitas.
DUNCAN- ¿Dónde está el Thane de Cawdor? Hemos corrido detrás de sus
talones con el propósito de ser sus apeadores; pero él monta muy bien
y su gran amor, agudo como su espuela, lo ha traído a su casa antes que
nosotros. Bella y noble hospedadora, seremos vuesros invitados esta noche.
L. MACBETH- Vuestros servidores están siempre, ellos y cuanto tienen, en una cuen-
ta siempre lista para estar ajustada cuando vuestra Alteza desee y, aún, para
devolveros cuando os pertenece.
DUNCAN- Dadme vuestra mano y conducidme ante nuestro hospedador. Lo amamos
grandemente, y siempre nuestra gracia hacia él se continuará. Con vuestro
permiso, hospedadora.
(Salen).
ACTO I, ESCENA VII
Castillo de Macbeth. Oboes y antorchas,. Entran un trinchador y varios sirvientes
con fuentes y servicio de mesa. Entra Macbeth.
MACBETH- Si con hacerlo quedara terminado, entonces estaría bien si se hiciera
rápidamente. Si el asesinato impidiera las consecuencias y, con el final,
se cogiera el éxito. Si este golpe pudiera serlo todo y el final de todo,
entonces aquí, aquí, sobre esta orilla y bajío del mundo, arriesgaríamos
la vida futura. Pero, en estos casos, somos juzgados aquí, donde enseñamos
sangrientas lecciones que, aprendidas se vuelven como una plaga contra su
inventor. Esta imparcial justicia, impone a nuestros propios labios los
ingredientes de nuestro emponzoñado cáliz. Él está aquí doblemente
seguro: primeramente soy su pariente y vasallo, fuertes razones ambas
contra el golpe. Además, como su hospedador, debería cerrar la puerta a
sus asesinos, y no llevar yo mismo el puñal. En segundo lugar, este Duncan
ha usado tan dulcemente sus facultdes, ha sido tan puro en su gran oficio,
que sus virtudes abogarían por él, como ángeles con lenguas de trompetas,
contra el condenable acto de su eliminación, y la Piedad, como recién nacido
desnudo, cabalgando sobre las ráfagas, un celestial querubín montado en los
invisibles corceles del aire, soplaría la horrible acción en todos los ojos,
anegando al viento con las lágrimas. Y yo no tengo otra escuela para azozar
los flancos de mi intento, sino mi altiva ambición, que salta sobre sí misma y
cae en otro lado.
( Entra L. Macbeth :)
¿ Y ahora qué? ¿Qué noticias hay?
L. MACBETH- Ya casi ha cenado. ¿Por qué has dejado la habitación?
MACBETH- ¿ Ha preguntado por mí?
L. MACBETH- ¿ Acaso no sabes lo que ha hecho?
MACBETH- No podemos proseguir este asunto. Ël acaba de honrarme, y yo he
adquirido una dorada reputación de todo el mundo, que debería usar
en su novísimo lustre, y no arrojar tan pronto a un lado.
L. MACBETH- ¿ Estaba acaso ebria la esperanza con que te vestías ? ¿ O esta-
ba dormida acaso y despierta ahora para mirar, verde y pálida, aquello
que contemplaba libremente?. Desde ahora así consideraré a tu amor.
¿ Tienes miedo de ser el mismo en la acción y en el valor que en el deseo?
¿ Tu quisieras tener aquello que estimas como el hornamento de la vida y
vivir como un cobarde ante ti mismo, permitiendo que un" No me atrevo"
supere al "Yo quiero", igual al infeliz gato del refrán?
MACBETH- Te ruego que calles. Haría todo lo que puede convenirle a un hombre.
Quien se atreva a más, no es un hombre.
L. MACBETH- ¿ Qué fiera fue, entonces, la que te hizo confiarme esta empresa?
Cuando te atrevías a hacerlo, entonces eras hombre; para ser más de
lo que eras, tu querías ser mucho más que un hombre. Ni ocasión ni
lugar se ofrecían, y tu querías fabricarlos ambos; ahora que ambos se
presentan por si mismos, la ocasión te amilana. He dado de mamar y
sé cuán tierno es amar al niño que se amamanta; pero igualmente, mien-
tras él sonriera, mi rostro le hubiera arrancado el pezón de sus encías sin
hueso, y hubiera estrellado su cerebro, si hubiera jurado hacerlo como tú
juraste.
MACBETH- ¿ Y si fallamos?.
L. MACBETH- ¿ Fallar nosotros? Aprieta tu coraje hasta llegar al punto firme, y no
fallaremos. Cuando Duncan duerma, a lo que pronto la fatiga de la
dura jornada de hoy le invitará, con vino y bebidas aromáticas
embriagaré a sus dos chambelanes; la memoria, guardian del cerebro,
será sólo humo; y el receptáculo de la razón un alambique tan solo.
Cuando, en su sueño de cerdos, sus cuerpos saturados yazgan como
muertos, ¿ Qué no podremos hacer tú y yo con el indefenso Duncan?
¿ Qué no podríamos poner sobre sus esponjosos oficiales? ¿Ellos
cargarán con la culpa de nuestro crimen.
MACBETH- Engendra sólo hombres, pues de tu intrépido valor sólo pueden
nacer varones. ¿ No sería aceptado por todos, una vez que hayamos
manchado con sangre a los dormidos guardianes de su cámara, y usa-
do sus propios puñales, que son ellos los autores?.
L. MACBETH- ¿ Quién se atrevería a sospechar otra cosa, cuando hayamos rugido
nuestros clamores y aflicciones por su muerte?
MACBETH- Estoy decidido, y aplicaré todas mis fuerzas corporales a esta terrible
acción.
Adelante! Engañemos al mundo con el más bello espectáculo: con un
falso rostro esconda lo que sabe un falso corazón.
( Salen).
ACTO II, ESCENA I
PATIO DEL CASTILLO DE MACBETH. ENTRAN BANQUO Y FLEANCE;
DETRÁS DE ELLOS, UN SERVIDOR CON UNA ANTORCHA.
BANQUO- ¿Cómo marcha la noche, muchacho?
FLEANCE- La luna se ha ocultado, pero no he oído el reloj.
BANQUO- Se oculta a las doce.
FLEANCE- Creo, señor, que es más tarde.
BANQUO- Espera; toma mi espada. En el cielo hay economías. Todas sus luces están
apagadas. Toma esto también. Un pesado sopor cae como plomo sobre mí
y, sin embargo, no quisiera dormir. Potestades, frenad en mí los malignos
pensamientos que la naturaleza deja andar durante el reposo.
¿Quién anda allí?
(Entran Macbeth y un sirviente con una antorcha).
MACBETH- Un amigo.
BANQUO- ¿No habéis descansado aún, señor? El Rey está acostado. Gozó de un
placer desacostumbrado y, públicamente, dio a vuestros oficiales grandes
presentes. Con este diamante saluda a vuestra señora, agregando el título
de la más gentil hospedadora. Se retiró con una satisfacción desmedida.
MACBETH- Sorprendidos, nuestros deseos han sido indignos servidores.
Otra cosa hubiera sido obrar sin este apremio.
BANQUO- Todo está bien. La otra noche soñé con las hermanas fatídicas; se han
mostrado bastante verídicas con vos.
MACBETH- No me he acordado de ellas.
Cuando podamos distraer una hora al servicio, la usaremos para hablar
de este asunto, si queréis concederme ese tiempo.
BANQUO- Como os quede cómodo.
MACBETH- Si estais de acuerdo conmigo, cuando sea, os haré ganar honra.
BANQUO- Si no la pierdo tratando de aumentarla; pero mientras conserve mi
corazón limpio y mi lealtad pura, me dejaré aconsejar.
MACBETH- Entre tanto, reposad bien.
BANQUO- Gracias, señor. Lo mismo os deseo.
(Sale Banquo y Fleance).
MACBETH- Ve a decir a tu señora que, cuando esté lista mi bebida, haga sonar
la campana. Vete a dormir.
(Sale el Sirviente).
¿Es un puñal, eso que veo delante de mí, con su cabo vuelto hacia mi mano?
Ven, déjame empuñarte. No te tengo, y sin embargo, te veo.
¿No eres sensible al tacto, visión fatal, como lo eres a la vista?
¿O eres simplemente un puñal de la imaginación, una falsa creación
procedente de mi afiebrado cerebro? Te veo aún, como forma palpable,
semejante a éste, que ahora desenvaino. Tú me señalas el camino por el
que marchaba, igual al instrumento que iba a usar.
O mis ojos han enloquecido a mis sentidos, o valen por todos ellos juntos.
Aún te veo, y sobre tu hoja y empuñadura hay gotas de sangre que antes
no estaban. No hay tal cosa: es la sangrienta empresa la que así informa
a mis ojos. Ahora, sobre una mitad del mundo la naturaleza parece muerta
y los pensamientos perversos violan los sueños bajo las cortinas. Se celebran
los hechizos ofrecidos a la pálida Hécate, y el descarnado crimen, desvelado
por el lobo, su centinela, cuyos aullidos lo despiertan, con furtivos pasos, con
las zancadas del violador Tarquino marcha hacia su designio como un fantasma.
Tú, segura y asentada Teirra, no escuches mis pasos, que recorren tu senda,
para que no tema yo que tus piedras cuenten adonde voy y priven a esta hora
del horror que tan de acuerdo está con ella.
Mientras yo amenazo, él vive; las palabras dan un hálito demasiado helado a
las acciones.
(Suena una campana).
Voy y estará hecho. La campana me invita. No la oigas, Duncan, porque su
sonido te convoca a tí al cielo o al infierno.
(Salen).
ACTO II, ESCENA II
EL MISMO LUGAR. ENTRA L. MACBETH.
L. MACBETH- Lo mismo que los ha embriagado, me ha dado audacia; lo que a ellos
los apagó, me ha encendido.
Escuchemos. Silencio! Es la lechuza que ha gritado; el fatal campanero
que ha dado las siniestras buenas noches. Ël está cerca; las puertas están
abiertas, y los ahitos guardianes se burlan de su oficio con sus ronquidos.
He emponzoñado sus bebidas, y la Naturaleza y la Muerte lucha en ellos
para que vivan o mueran.
(Entra MACBETH).
MACBETH- ¿Quién está allí? ¿Quién va?
L.MACBETH- Ay de mí! Temo que se haya despertado y que no esté hecho. La
tentativa y no el golpe, nos perdería. Escuchemos: dejé sus puñales
prontos; no puede dejar de verlos. Si no se hubiera parecido a mi
padre en su sueño, yo lo hubiera hecho.
(Entra Macbeth).
Mi esposo!
MACBETH- Ya he dado el golpe. ¿Has oído algún ruido?
L. MACBETH- Oí chillar la lechuza y gritar los grillos.
MACBETH.- ¿Tú no hablaste?
L.MACBETH- ¿Cuándo? ¿Ahora?
MACBETH- Cuando yo descendía.
L.MACBETH- Sí.
MACBETH- Escucha! ¿Quién duerme en la segunda habitación?
L.MACBETH- Donalbain.
MACBETH- Este es un triste espectáculo.
L.MACBETH- Es locura decir que es un triste espectáculo.
MACBETH- Hubo uno que rió entre sueños y otro que gritó: "Asesino", desper-
tándose ambos. Yo me detuve y escuché; otra vez al sueño.
L.MACBETH- Ambos ocupan la misma habitación
MACBETH- Uno gritó: "Dios nos ampare" y Amén" el otro, cuando me vieron con
estas manos de verdugo. Oyendo sus temores, yo no pude decir "Amén"
cuando ellos dijeron "Dios nos ampare".
L.MACBETH- No pienses tanto en eso.
MACBETH- Pero, ¿por qué no pude yo pronunciar el "Amén"? Yo era el más necesi-
tado de amparo, y el amén se ahogó en mi garganta.
L.MACBETH- Esas cosas no deben ser pensadas de esa manera; si no, nos enloque-
ceríamos.
MACBETH- Me pareció oír una voz que gritaba: "No dormirás más; Macbeth mata al
sueño que teje la deshilvanada seda de las preocupaciones, muerte de cada
día, baño para el fatigoso trabajo, bálsamo de nuestras almas doloridas, gran
segundo plato de la Naturaleza, principal alimento en el festín de la vida".
L.MACBETH- ¿Qué quieres decir?
MACBETH- Aún gritó: "Nadie dormirá más en toda la casa: Glamis ha matado al sueño
y, por lo tanto, Cawdor no dormirá más. Macbeth no deberá dormir más".
L.MACBETH-¿Quién era el que así gritaba? ¿Por qué, digno Thane, aflojas así tus fuer-
zas pensando con una mente débil las cosas? Ve a buscar un poco de
agua y lava tus manos de ese sucio testigo.
¿Por qué has sacado esos sucios puñales de su sitio? Debían quedar allí.
Ve a llevarlos y embadurna con sangre a los dormidos guardianes.
MACBETH- No volveré. Tengo miedo de pensar lo que he hecho. No me atrevo a vol-
ver a mirar aquello.
L. MACBETH- Cobarde!
Dame los puñales. El sueño y la muerte no son sino pinturas; sólo el ojo de
los niños teme a los diablos pintados. Si todavía sangra, doraré también los
rostros de los guardianes, para que aparenten mejor su culpa.
(Sale. Golpean afuera).
MACBETH- ¿Dónde llaman?
¿Qué me pasa, que cualquier ruida me aterra? ¿Qué manos están aquí?
Ah! Me arrancan los ojos.
¿Podrá todo el océano de Neptuno lavar esta sangre y blanquear mis manos?
No. Más bien serán ellas las que dejarán encarnada la multitud del mar.,
transformando en rojo lo que era sólo verde.
(Entra L. Macbeth).
L .MACBETH- Mis manos están del mismo color de las tuyas. Pero me avergonzaría
tener un corazón tan blanco.
(Golpean) .
Oigo llamar en la puerta del Sur. Vayamos a nuestras habitaciones; un poco
de agua nos librará de esta acción. Cuán fácil es!
Tu firmeza te ha abandonado.
(Golpean).
Escucha: más golpes. Ponte tus ropas de noche y no permitas que la ocasión
nos llame y nos muestre sin dormir. No te pierdas tan lastimosamente en tus
pensamientos.
MACBETH- Conocer mi acción! Mejor fuera no conocerme.
(Golpean).
Despierta a Duncan con esos golpes! Quisiera que lo hicieses.
(Salen).
Profesora: Miriam Méndez.
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